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En 1665 pervivían en la ciudad de Madrid 63 cosecheros, aún sometidos a rigurosos controles y obligados a declarar al fisco la cantidad de uvas o de mosto que producían.
Los vinos consumidos durante el reinado de Felipe IV procedían, sobre todo, de los alrededores de Madrid. Tenía fama el vino de Valdemoro, pero los más prestigiosos seguían siendo los “vinos preciosos” de San Martín, a los que se habían unido los de Cadalso y Pelayos. En la propia ciudad de Madrid se mantenía una producción notable; había viñedos famosos por diversas calles de la capital que pervivieron hasta bien entrado el siglo XX. En la zona de Navalcarnero existía una cierta actividad vinícola, localizada al sur en viñedos de El Álamo y Navalcarnero.